La información tiene la curiosa particularidad de poder ser evaluada e interpretada desde diferentes puntos de vista, haciendo de ella una suerte de caleidoscopio. Bajo la lupa correcta, hechos objetivos salen a la luz por sobre una cortina de opiniones e interpretaciones. 

En los pocos siglos de historia documentada que aún perseveran en las bibliotecas del mundo se cuentan los hechos “objetivos” desde el punto de vista de los historiadores. Se sabe a ciencia cierta que el ímpetu conquistador de algunos próceres llevó a la quema de colecciones completas de compilados históricos de una civilización tras otra, en los albores de la humanidad e incluso hasta nuestros días. Esto, con el fin de “borrar” de la memoria colectiva la existencia de una determinada comunidad. 

De distinta forma, pero siempre con la misma violencia simbólica, estos intentos por suprimir la cultura de una comunidad más reducida, por parte de una comunidad “más civilizada”, de distintos valores y principios, se repiten aún día a día, en distintas latitudes, a vista y paciencia de todos.

En la Copa del Mundo realizada en Qatar durante 2022, la prohibición de cualquier exhibición -a pena de cárcel- de propaganda LGBT+ llamó la atención de todo el globo, pero las constantes críticas y señales de protesta de muchos deportistas no fueron argumento suficiente como para eclipsar el funcionamiento del polémico torneo. Este modelo, en diferente escala, es aplicable en múltiples latitudes y en múltiples problemáticas.

En Chile, el llamado “conflicto mapuche” es un tema que se mantiene constantemente en ascuas y que tanto el gobierno como los medios no se molestan en llamar “terrorismo”, cuando está más que claro que el área posee un significativo valor estratégico por su geografía y donde la comunidad Mapuche no es más que uno de los involucrados (y, por cierto, el más desvalido) que reclama sus derechos ancestrales. Nuevamente, un conflicto donde los válidos argumentos de personas realmente involucradas en el corazón de la problemática no prosperan frente a los intereses de una mayoría, muchas veces oculta y anónima, que vela por sus propios intereses pese a ser consciente que su comportamiento transgrede los derechos de sus coterráneos y correligionarios. 

Diversos patrones de conducta se producen y reproducen en diferente escala en la medida que avanzamos como comunidad. Esto, como especie, nos permite prosperar a largo plazo en la vida sedentaria y comunitaria. Pero siempre habrá un grupo que no se adapte a los cambios tan rápido como quisiera la mayoría. Y habrá aquellos “adelantados a su tiempo” a quienes les tocará vivir -a veces- literalmente el infierno por ser diferentes.

Interpretar la realidad requiere posicionarse en algún punto del plano y observar en todas direcciones, para entender cuándo, cómo y dónde. 

Nuestra visión del mundo es atemporal y es por ello que nuestro lema es “Lo real es fugaz”, porque entendemos que no podemos basarnos en la información disponible a la vista para interpretar la realidad; los periódicos, revistas y anales históricos junto con todo el archivo audiovisual de la TV e Internet son elementos que describen el pasado, pero nunca el presente.

El presente es indescriptible porque sucede de tal forma que sólo podemos experimentarlo siendo conscientes de nuestra existencia. Queremos ser un aporte, invitamos a la reflexión para que nuestra audiencia pueda ser consciente de su presente. 

La información tiene la curiosa particularidad de poder ser evaluada e interpretada desde diferentes puntos de vista, haciendo de ella una suerte de caleidoscopio. Bajo la lupa correcta, hechos objetivos salen a la luz por sobre una cortina de opiniones e interpretaciones. Lo demás es historia. 

Equipo Editorial, Revista The Penquist

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