A fines de 2018 el equipo de The Penquist se contacta con Guillermo Bastías, «Guillo», para solicitar formalmente una entrevista con el dibujante e ilustrador santiaguino. El argumento esgrimido es reconocer la obra de un artista que, si bien es reconocido a nivel nacional, lationamericano y mundial por su humor gráfico, ha dejado además su huella a través de sus trabajos para el gobierno, ilustraciones que recorrieron el país de norte a sur, sobre todo en textos escolares. Humildemente, acepta recibirnos en su residencia.
Se coordinan las fechas, se establece el itinerario, y al fin The Penquist parte rumbo a Las Condes, donde nos espera el creador de “Pinochet Ilustrado”. La entrevista se realiza en la terraza de su departamento, con vista directa a los cerros cordilleranos y a la falla de San Ramón que tanto espanta a los capitalinos. El aire cálido del verano nos abraza mientras, ya de tarde, se comienza a disolver lentamente.
– Guillermo, muchas gracias por recibir a The Penquist en tu casa. Quisiera que comenzáramos esta entrevista hablando sobre tus inicios en el dibujo, ¿cómo nace Guillo?
– Yo dibujaba desde niño, era clásico compañero de curso bueno pal’ dibujo. Y que a medida que iba subiendo los niveles iba aprendiendo más de las posibilidades expresivas que tenía el dibujo. Partí dibujando las típicas cosas que dibujan los niños; en mi familia les gustaba dibujar y pintar cuadros, pero no profesionalmente, era un hobbie, era algo como conocido para mí. Y por ahí cuando uno está como a los 10 años, yo empecé a dibujar a mis compañeros de curso, los partidos de fútbol, y la práctica te va haciendo el oficio. Logré un perfil taquillero dentro del curso. Había compañeros que tocaban guitarra o eximios futbolistas… Yo era el que podía dibujar cualquier cosa. Entonces me pedían mis compañeros “oye, dibújate al profe de filosofía”. Ya más grandecito me pedían “oye, dibújate una mina en pelota”, eso en la media (ríe).
– Cuando ya estaba en la media tenía un profesor polaco en artes plásticas, el profesor Kowaleczko (creo que era padre de la actriz homónima), y él un día dijo: “hoy vamos a hacer algo especial, vamos a ver lo que es la caricatura y el humor gráfico”. En esos años se salía del molde nuestro profesor, porque todos los otros viejos andaban enseñando a dibujar naturalezas muertas… Entonces el profesor Kowaleczko dijo “se van a sentar juntos, de a dos, y van a dibujar al compañero de al lado, destacando sus rasgos”, explicando un poco el dibujo fisionómico. Y yo dibujé a mi compañero y lo hice con una camiseta de fútbol; porque había terminado hace poco el campeonato de fútbol del ’62, y aún quedaban resabios, estaba futbolizado el país. Y lo terminé. Entonces recogieron los trabajos y el profe muestra mi dibujo y dice “esto es humor gráfico”. Y yo entre colorado y a la vez descubriendo un arma poderosa en mí que no estaba en mi horizonte, frente al profe que decía “de esto se trata”, mientras le daba duro a Walt Disney y a todo el dibujo yankee, y explica que el humor gráfico es esto de representar en pocos trazos a alguien conocido y que la gente lo reconozca. Y si a esa caricatura le agregas un vestuario o un objeto, logras el humor.
– Y así quedé perfilado en el colegio como el compañero capaz de hacer humor gráfico, y me dediqué a dibujar todo lo que podía. Pero a la vez yo era muy buen alumno, y el dibujo era como un hobbie. Y mi familia que era muy estructurada decía: “este niñito va a medicina, a arquitectura, a leyes”, por ahí. Y entré a Arquitectura, en la Universidad Católica. Ahí desarrollé lo que es la mirada del espacio, del entorno y de la gente, porque te enseñan a analizar para quién vas a diseñar y dónde, entonces se te afina la percepción visual. Fui perfeccionando la cosa visual. Por supuesto, seguía dibujando, ya más adulto. Y metiéndome en política en la universidad. El país estaba en la etapa previa al Golpe… tiempos de la UP. Me llegaron algunos pesos cuando en la universidad me pedían dibujar anuncios y afiches. Pero el proyecto central era la arquitectura.
– Y vino el Golpe, y quedó la cagada. Fue una ruptura de todo; tus amigos se desbandan, los encarcelan o se van fuera de Chile, y te cuestionas todo. Yo me doy cuenta que la dictadura no me gusta, y esto coincidía con que los ramos se ponían más técnicos y menos poéticos-creativos (yo estaba terminando tercer año), y me comenzaron a enseñar a cubicar y ver cuántos ladrillos entraban en un muro, y yo lo encontraba muy pedestre. Yo lo que quería era volar. Y nos fuimos varios compañeros de arquitectura en esos años. Algunos se fueron al cine, como Ignacio Agüero, que es un cineasta y documentalista bien importante; otro se fue a sociología, como Eugenio Tironi, que tiene una consultora; y yo por mi parte me cambié a cine. Y ese es el otro complemento para lo que soy ahora; la habilidad estaba, el empoderamiento del profe Kowaleczko se dio en su momento, y después venía la cosa del lenguaje arquitectónico que te permite agilizar la mirada. Pero el cine fue lo definitivo en mi lenguaje comunicacional porque el fotograma en el cine es una viñeta y para mí el cine es la suma de muchas viñetas en el tiempo. El cine tiene un antes y un después en cada fotograma. La viñeta del papa, por ejemplo; el papa llega, se acerca a los periodistas, dice las barbaridades que dijo sobre el cura Barros, y se va muy arrogante y soberbio. Yo pongo uno de esos fotogramas en escena. Eso se me desarrolló con los estudios de cine, que también realicé en la Católica, en la Escuela de Artes de la Comunicación. De ahí vienen la mayoría de los cineastas sesentones que tiene este país.
– Una vez transformado en estudiante de cine ocurre que nuestra escuela la cierran, por razones políticas. Una historia terrible y vergonzosa; tomaron preso a todo mi curso mientras filmaban. Y yo decido y digo “esta hueá ya no da pa’ más, me quiero ir fuera”. A respirar y ver otras cosas. Porque en ese contexto de la detención arbitraria la dirección de la escuela te cagaba no más y no se la jugaba por los alumnos. Imagínate, se llevan a todo un curso, incluyendo los 3 profes que estaban en terreno, presos y encerrados una semana. Por una denuncia de un vecino pelotudo y soplón que creyó que se estaba haciendo una película anti-pinochet. Todos jóvenes. Yo no estuve porque justo llegué atrasado y el “Nacho” Agüero también llegó atrasado. Y fuimos los únicos que nos salvamos de esa detención masiva. Heavy.
– Luego de eso te das cuenta que la dirección de la escuela te dice que tienes que comenzar a cambiar los guiones, los temas, ojalá (textual) hacer guiones sobre la caperusita roja; para que pudiéramos egresar. Entonces un amigo que está viviendo en Alemania me dice que hay unas becas a las que se puede postular, y me voy a estudiar cine a Alemania.
– ¿Allá las cosas también estaban medias complicadas en ese tiempo?
– No, no. Todavía estaba el muro y las dos Alemanias. Yo iba a la Alemania Occidental. Y yo postulé a una beca que yo pensé que era para estudiar cine, pero en realidad era para estudiar en Alemania. Entonces podía estudiar medicina, periodismo… Pero yo iba a estudiar cine. Y me encuentro que la Academia de Cine de Berlín es súper demandada en Europa. Y había como 15 cupos y postulaba todo el mundo; alemanes y extranjeros que ya llevaban años ahí, y tipos como yo, que venía recién terminando el curso de alemán. Pero el examen contemplaba dirigir actores en alemán y eso ya es otra cosa. Patiné totalmente.
– Había dado buenos exámenes de fotografía y escritura de guion, pero en la dirección de los actores salí para atrás. Era difícil encontrar en alemán ‘esa’ palabra sutil para decirle a ese actor que vienes recién conociendo que haga lo que quieres que haga. Entonces, salí mal. Pero los alemanes me dijeron: “como salió bien en todo lo demás, lo vamos a dejar como alumno invitado, una excepción que hacemos con alumnos que dieron en general un buen examen, pero que tuvieron alguna dificultad para ingresar en forma regular”.
– Pero eso significaba que no me daban presupuesto. Porque allá se estudia el cine al revés de como se estudia acá. “Acá tiene 10.000 dólares, hágame un documental, vuelva con la película y acá le ponemos nota”. Y te vas formando en administrar las platas y en quién te va a manejar la cámara y esas cosas. Y estuve unos años ahí. Como tenía tiempo porque no estaba filmando, empecé a retomar el dibujo, seriamente, para mí, y me vieron unos alemanes, de la universidad, académicos, y me dijeron que les gustaban mucho mis dibujos, que ellos dirigían una suerte de seminarios internacionales de reflexión y que necesitaban hacer afiches ilustrando los temas. Entonces ilustré varios afiches con temas como “¿Cuánto de nazi queda en la sociedad alemana?”. Era como un departamento de extensión universitaria, que ponían temas en varias universidades donde los cabros se inscribían y ellos enviaban invitados ‘cabezones’ para que en una especie de mesas redondas hablaran de eso.
– Y allí yo empecé a ver recién lo que era este oficio en la práctica. Porque me trataban con un respeto… Me decían ‘maestro’. Después con el tiempo supe que así se denominaba en el ámbito del humor gráfico a los profesionales destacados. Todavía no cumplía 30 años y ya me decían “maestro, este es el tema, ¿qué le parece?”. Era un trato considerado y diferente, como queriendo decir “doctor, a qué hora me puede atender”, como cuando uno mira a los doctores acá, como si fueran seres superiores, y allá esos seres eran los artistas. Entonces, dije, “este oficio es super lindo y además valorado, y a mí me gusta hacerlo, no me cuesta. Me empezaron a pagar, y era mucho más de lo que era mi beca mensual. Pasé a ser dentro de los estudiantes latinos el tipo más rico, porque teniendo mi beca como de 1500 dólares, ganaba otros 2000 extras. Entonces, como vivía al mínimo, me quedaba un gran ahorro. Y pude viajar por Europa, mirando, viendo y aprendiendo de gente más sabia que uno.
– Todo esto me fue formando el ánimo de entender que este oficio es una maravilla. Me había educado conociendo a muchos autores europeos, varios españoles, y entendí que es posible acercarse a la poesía con el humor, llegar a un grado de sutileza y de investigación y expresión parecida a una buena metáfora poética. Yo lo notaba ahí a medida que hacía las cosas. Los alemanes se emocionaban con las ilustraciones que había hecho. Entonces este cuento se resume en que me fui a estudiar cine y volví hecho un dibujante.
– Y bueno, por Alemania pasaba toda clase de gente, dirigentes de todo tipo de medios, en busca de plata para hacer funcionar sus instituciones y proyectos, desde la Vícaría de la Solidaridad del cardenal Silva Henríquez hasta periodistas que querían hacer revistas, como Hoy, APSI, etc. Allá yo era amigo de Antonio Skarmeta, escritor chileno, a cuya casa llegaban todos a tomarse un café o un vinito conversado. Él era como el personaje cultural chileno de Berlín. Y yo tenía la suerte de ser amigo de él y me invitaba, me decía “oye, va a venir Fulano de Tal, ¿por qué no te vienes a dar una vuelta?”.
– Esa es la formación previa, la trayectoria y el recorrido de cómo llegué al dibujo.
– Antes de volver, los que me dijeron “oye cuando vuelvas a Chile tienes que trabajar conmigo” fueron dos; uno fue Cristian Precht, que estaba dirigiendo la Vicaría e iba a buscar recursos allá para financiarla y tenía toda un área de comunicaciones, les caía justo yo para lo que necesitaban. Y también me hablaron de la revista APSI, que estaba en sus inicios y sus primeros números.
– Estuviste harto tiempo ahí.
– ¿En APSI? Casi toda la dictadura. Más o menos desde que comenzó APSI hasta el retorno de la “democracia”.
– La óptica del dibujo y del humor te acompañó entonces desde ese momento, que vuelves hecho un dibujante. ¿Has visto una evolución en el humor, en el oficio? ¿Fue un camino difícil de recorrer para que tu obra fuera reconocida en Chile?
– Hay que diferenciar el nivel del establishment, vale decir el duopolio de los medios. Yo dibujé en La Tercera, pero haciendo ilustraciones. Nunca me dieron la posibilidad de hacer humor gráfico por razones obvias. Cuando llegó la democracia La Tercera tenía la idea de competir con El Mercurio y salir del nicho como de diario popular, y entrar al mismo ABC1. Entonces, llegaron muchos columnistas antipinochetistas y de buen ver. Empezó a escribir Eugenio Tironi, la Patricia Politzer, buscaban figuras conocidas de ‘la lucha’, para vestirse como un diario más parecido a El País, más liberal y más intelectual. Y en esa cuestión me llamaron a mí, porque la APSI ya se había acabado o lo habían deliberadamente acabado en democracia. Y yo fui súper esperanzado porque dije “chuta, qué bueno, así sigo”, porque los años de dictadura yo tenía un público fiel, me seguía mucha gente en el APSI. Pero las condiciones que me rayaron para trabajar eran tan indignas que dije que no. Que no me interesaba. La censura era infame y ridícula. Porque no podías dibujar sobre una serie de temas, “no nos podemos meter –lo primero que me acuerdo- con la familia Pinochet”.
– Y que eso te lo digan “hueones progre” indigna.
– Después tampoco se podía criticar a la iglesia. Después tampoco a ciertas empresas que son fundamentales porque son avisadores; entonces si los avisaban las farmacias, no podía dibujar sobre la colusión de las farmacias. Y así, era un gran pisar huevos en función de los grandes intereses… Así que al final deseché la idea de trabajar ahí. Y era complicado… Porque tenía una guagua, y necesitas dinero. Pero era tan indigno que era inaceptable. Yo en ese sentido jamás he aceptado ese tipo de trato y de censura porque aprendí en Alemania la dignidad de mi oficio. Si no hubiese pasado el periplo europeo, yo dibujaría bajo cualquier condición. Pero no, poh’ hueón. Hay algunas circunstancias en que la necesidad no tiene cara de hereje. Hay un límite.
– Y yo llegué acá cobrando bien. No tanto como lo que cobraba en Alemania, pero bien. El equivalente a una consulta médica. Y algunos clientes se espantaban. Y yo les discutía. “¿Oye y tú le discutes a tu dentista el precio? Tratamiento de conducto: me estás pidiendo un dibujo, una tapadura te la hacen una hora y yo voy a estar dos días haciéndote esto”. Y de a poco fui educando a mi entorno laboral. También perdí gente que me decía “no podemos pagar eso, bájate el valor”. Pero al final el saldo es positivo, porque en un país tan arribistón como es éste queda la idea de que “Guillo es caro, pero es bueno”. ¿Cachai? Es como la educación. ¿Tú entiendes esta tontería de que la educación si no la pagas no es buena? Creo que siempre hay que dignificar lo que uno hace.
– Es la única forma de construir industria…
– Claro, y a mí me tocó en parte abrir eso. Porque yo vendía los derechos de los dibujos… Ponte tú que te pagan 100 lucas por una ilustración. Y el gallo cree que el dibujo es de él. Pero uno aprende cómo es la industria y entiende que hay una convención que firmó Chile en París y que dice que las obras artísticas son del autor y lo que uno vende es el derecho de publicarlas, interpretarlas, pero no entregas el dibujo para que ponga el original sobre la chimenea. Y si lo quisiera, tú le cobras 10.000 dólares por esa obra. Yo llegué con toda esa cultura que aprendí afuera, y que no se transa. Los alemanes que te contaba, cuando me preguntaron yo pensaba cobrarles unos 500 marcos de la época y ellos me dijeron “¿le parece bien 2000 marcos?”. Entonces, uno lo mira con cara de póker y les pregunta:
– ¿Por este paquete de dibujos?
– Sí, señor, por ello.
– Está bien…
(Ríe).
– Pero todo esto se aprende en las sociedades más avanzadas, donde nadie te copia, nadie te piratea y si lo hacen saben que les cae una legislación que te protege y les va a salir el tiro por la culata, al revés que acá. Y en ese sentido ha sido ingrata esa parte. Yo venía del APSI, que era la revista que más se vendía de oposición, y mi dibujo se había posicionado, y el personaje “el reyecito”, era como el ícono para que la gente supiera que estábamos hablando del dictador, sin dibujarlo.
– Y todos los políticos me felicitaban por mi trabajo en APSI, todos estos que ahora son ministros, cancilleres, y cuando vino la democracia yo pensé: “bueno, lo primero que va a haber es un diario que comunique los nuevos valores de la sociedad, y hubo un intento con “La Época”, pero se acabó. Las revistas fueron asfixiadas al no darles publicidad, y no pasó nada. Entonces tú dependías de El Mercurio y La Tercera, como te decía, con esa manera infame de trabajar.
– Yo entiendo que hay gente que tiene que trabajar y vivir, pero hay un mínimo. ¿Cuánto vale tu dignidad? Cada uno responde a esa pregunta.
– Existe este supuesto, esta idea metida a la fuerza, de que Chile es conservador en cuanto al humor, sobre todo el humor político, donde todo se interpreta para mal. ¿Crees que son los medios quienes desean imponer esta ilusión conservadora o que realmente el país es así?
– Yo creo que son los medios, el sector que domina económica y comunicacionalmente el país es el que impone el concepto conservador. Ellos son los que hacen que tengamos un periodismo de cuarta división, como dicen los argentinos, y de presentarnos lo anormal como algo normal. “Ché, tenés un periodismo de cuarta en tú país”, como me dice un amigo que es de allá. Y claro, si quieres tener pega, tienes que hacer un periodismo de cuarta. Así se les raya la cancha laboral a los muchachos. Y se educa, porque cuando vienen a entrevistarme de los medios grandes, cuando están obligados a hacerlo porque me gané algún premio o distinción, yo hablo de dictadura y los cabros transpiran y me dicen que a lo mejor no se podrá poner la palabra dictadura.
– “No sé si se va a poder poner dictadura”.
– ¿Entonces qué le vas a poner?
– “Gobierno militar, el régimen militar…”
– Yo los hueveo, sé que no debería, porque la censura viene de arriba. Si no pones dictadura, no pongas nada. “Pero es que me van a echar del diario”… Pero se está abriendo un poco. Cada vez se escucha más la palabra DICTADURA. Respecto a lo conservador del país, no lo creo, son los medios los conservadores. La mejor prueba fue cuando vino el otro papa (Juan Pablo II). Y hace la preguntita: “¿queréis abandonar el ídolo del sexo y el placer?” Yo lo recreé, porque me costó encontrar los textos. La iglesia se encargó de sacar los archivos. Pero de repente, por allí pillé algo y logré recrear los diálogos.
– Pero ahí tú ves que están las juventudes católicas en el estadio y responden: “No”. ¿Qué queda para el resto que no es tan pechoño? Entonces no somos conservadores. Lo que pasa es que nos han enseñado, yo creo que a las generaciones nuevas más que a nosotros, desde el temor; a que vas a perder la pega, a no decir lo que piensas si quieres cuidar ciertas cosas. Bueno, mi generación, gran parte, se amoldó a eso. Somos pocos los que seguimos transmitiendo en otra frecuencia y tratando de mantener el espíritu.
– Como me preguntabas por el reconocimiento… A mí me invitan fuera de Chile… y me siento reconocido en Chile. Y, por suerte, salieron las redes sociales. Y esa cuestión a mí me cambió toda la frustración momentánea de no poder estar publicando en un medio masivo, y claro, medio masivo para que te vean unos miles de personas, y con suerte. Pero hace rato yo busqué la alternativa de Internet para mostrar mi trabajo. En 1998 creé la primera web de humor gráfico editorial. Se llamaba “humor libre en la web”, cuando recién empezó esta cosa de las páginas web. Fue cuando vino Clinton (1998), porque fue el primer dibujo que hice en internet. Era carísimo tener esa plataforma, entonces, yo puse la red de mails que tenía, y que uno siempre sigue mandándole dibujos a los cercanos, y les mandaba el dibujo de la semana. Entonces pensamos con amigas y amigos ¿por qué no hacer una web? Y salieron los computines “yo cacho esto, trabajo en la Chile…”, y claro, había que pagar algo así como 150 mil pesos. Yo les propuse a mis amigos: “ustedes para ver el dibujo, pongan una luca mensual, pero con eso que pongamos vamos a pagar la web y la persona que recolecte las lucas entre todos ustedes, y yo me dedico a dibujar”. Yo no ganaba nada con eso. Resultó genial. Se inscribieron como 200 personas, 200 lucas, y servía para pagarle un semi sueldo chiquitito a alguien que se dedicaba a mantener la cosa y a recorrer los auspiciadores recolectando el dinero, porque no había transferencia bancaria ni nada de esas cosas. Y mi hermano, que estaba cesante, partía de oficina en oficina, universidad por universidad, claro que no tan giles, en vez de luca les dije que mejor pagaran las 12 de una, porque si no… Pero todos de acuerdo. Era como un conciliábulo, una asamblea. Y eso fue creciendo y de ese modo Internet permitió que me vieran de afuera, me empezaron a invitar a participar en concursos afuera y gané algunos de ellos, y eso ya te posiciona en el exterior, te invitan a dar charlas de tu trabajo o exponer, y de jurado.
– Entonces todo eso que no te pesque ni El Mercurio ni La Tercera lo compensas con ese tipo de reconocimiento en las redes. Y pasa lo que pasó con el dibujo que publiqué sobre el papa, un fenómeno que comento con mis colegas, y me dicen: “yo me corto algo si mi dibujo lo ven 3 millones de personas” (se refiere a la viñeta , vista por más de 3.800.000 personas y compartida más de 48 mil veces desde la fanpage de Guillo en Facebook, Guillo.cl). Cuando ya habíamos pasado los 700.000, lo que batió mi récord anterior de 640.000, mi hijo me dice “va a quedar la crema, porque de esos 700.000, la mitad que lo comparta, vas a llegar a los dos millones en horas”. “Estás loco”, le digo yo. Y tal cual. No terminaba la tarde y estaba en dos millones. Después 3 millones 840 mil, y a nivel mundial, porque eso es lo otro, no fue solo en Chile. El dibujo se publicó en varias partes afuera, para graficar las chambonadas del Papa, porque el tema fue noticia, como Pinochet detenido en Londres, más o menos, en todos lados. Y los gallos la ilustraban con este dibujo como la opinión de un chileno más. Eran muy tramposos porque sí lo hacen así no me tienen que pagar. Pero lo bueno es que eso te hace ser conocido, y salen otras cosas. Te piden dibujos de afuera, remunerados, los mismos dibujos de humor sirven para textos de estudio afuera. Uno nunca piensa eso, pero en toda Europa se enseña español, salvo en España. Y las materias son temáticas, por ejemplo, “la democracia”, entonces hay mucho dibujo mío que sirve para eso. El de Colón llegando a América, con su discurso de las minorías étnicas, por ejemplo, lo he vendido como 40 veces, el mismo dibujo. Y como es la industria europea, respetuosa, te dicen “queremos ocupar este dibujo suyo, dónde depositamos la plata”. Aunque igual te lo deben piratear, pero bueno… Sin ir más lejos hay varios dibujos míos que aparecen publicados en bancos de imágenes, sin la firma, y no puedes hacer nada, a menos que seas Quino, que tiene un agente que gana porcentaje por demandas. Vas a perder plata al final.
– Es uno como artista quien permite que le paguen poco…
– Claro, porque si yo lo aguanto… Yo trato de dar todas las peleas así, derecho. Y no tienes por qué llegar a ser antipático. Porque la gente te valora más al final. Y si no te valoran, no tienes por qué trabajar con ellos, no te merecen.
– ¿Cómo ves el arte en sí? ¿Cuál es el lugar que tiene en tu vida, dado que has basado tu carrera en una expresión artística que ha sido técnicamente simple en el trazo, pero a la vez tremendamente compleja?
– Lo que sale es simple, pero hay un montón de papeles en el papelero, donde uno va probando la idea. Pero te voy a explicar lo que veo yo, porque no puedo definir el arte.
– Claro, tu visión, algo totalmente subjetivo.
– Aprovechando hablar de arte, te voy hablar sobre el humor gráfico, como arte, que es otra lucha mía, posicionándolo como arte.
– Mi primer libro que hice de humor gráfico se llamaba “el humor es más fuerte”, parodiando al Papa de ese entonces que dijo “el amor es más fuerte”. Y lo quise lanzar en el Museo de Bellas Artes, estaba Nemesio Antúnez de director en esa época. Y yo medio pendejo, medio treintón, voy a hablar con él y le digo. Y él me conocía perfectamente, porque compraba el APSI. Entonces le digo que quiero lanzar un libro y lo quiero hacer acá, en el Belllas Artes, porque el humor gráfico es un arte. “Estamos de acuerdo”, me dice. Entonces me explica que tiene una sala en el subterráneo, que se puede acondicionar, poniendo dibujos y cosas… Y yo le digo que quiero lanzarlo en hall central, donde están las estatuas. Y él me dice “¡Pero eso es muy grande!”, y yo le digo que es una señal que hay quedar para mostrar que el humor gráfico es arte, y que puede estar junto a las estatuas de Rodin, o de quien sea que esté allí. Y él me dice que su temor es que, como el hall es tan grande, se vaya a ver raro ver tan poca gente allí. “No creas”, le digo yo, porque el humor convoca. Y llegaron como 400 personas, que llenaron el espacio. Y lo bonito del trabajo mío es que hay mucha gente que te aprecia por tu trabajo, sin ser amigos ni nada. Entonces se supo esto y empezaron a llegar voluntarios, onda “¿oye quieres acondicionar el espacio? Te colaboramos. Somos escenógrafos del Teatro Municipal, y te arreglamos acá para que se vea bonito porque es muy frío el espacio para una presentación de un libro de humor gráfico”. Se dio una sinergia solidaria y cariñosa notable. En otras presentaciones de mis libros ha pasado lo mismo y es muy emocionante y gratificante. Músicos y actores aparecen con su talento y hacen del evento algo memorable. Por ello, son muy amorosos los lanzamientos por los amigos que se ponen.
– Palta Meléndez es uno de los que ha estado como en 3 lanzamientos míos, porque tiene este personaje Pinochet, entonces va, se maquilla, se caracteriza, y aparece como la sorpresa del evento. En el primer lanzamiento de “Pinochet Ilustrado”, un libro que ya lleva varias ediciones, y cuyo lanzamiento fue en el Centro Cultural La Moneda, y el “Palta” sale con su personaje y crea todo un guión en base al momento de la presentación del libro y la gente reunida en un espacio de La Moneda. En medio del humo del hielo seco aparece como Pinochet, como el fantasma del dictador. Diciendo con voz de Pinochet: “¿Qué hacen ustedes comunistas reunidos aquí en la moneda? ¡Esto era mi lugar y ustedes lo tienen convertido en centro cultural!”
– En mi caso personal, cuando fue el golpe yo era veinteañero y fue, como a mucha gente, un bajón grande.
– En ese bajón, de repente, yo me puse a dibujar. El primer dibujo que salió fue “la Moneda en llamas”, que está en el libro. Y yo se lo mostraba a mis amigos, ellos se lo pasaban. Eso fue creciendo hasta llegar al APSI, sumado a la historia que te contaba de la vuelta por Alemania. Y en el APSI me di cuenta que el dibujo lo estaba haciendo para mí, era mi manera de sobrevivir, de dejar de tenerle miedo al dictador, y de achicar su poder. Si yo siempre veía a Pinochet por allá arriba y como junto a amigos estábamos en la resistencia a la dictadura, me decía “este tipo puede disponer de mi vida cuando lo estime conveniente”. Pero ocurrió que a través del humor gráfico comencé mirarlo a la par al dictador y luego hacia abajo, quitándole su poder y su capacidad de infundir miedo.
– Ese ha sido el sentido del arte para mí, hacer vivible la vida para mí y mis lectores, a través del dibujo de opinión. Y cuando te das cuenta que lo que haces para ti tiene sentido además para miles de personas, entras en ese tren mágico que tiene el humor y la comunicación en general, donde la gente aborda el tren que tú les propusiste, y todos viajan contigo en esa mirada. Y te lo empiezan a agradecer, cosas que tú no piensas cuando dibujas. Todo lo demás viene por añadidura, entonces para mí el humor gráfico tuvo un significado enorme.
– Me sirvió para entender la realidad. El humor gráfico editorial, que es lo que hacía en el APSI y lo que hago ahora en las redes, es una reflexión gráfica de una persona a la cual le importa el país. Si no le importara no dibujaría nada. Y esa reflexión no es solo imaginación, es una imaginación alimentada por eventos que vives en tu sociedad, en tú realidad. Entonces cuando tú haces eso por mucho tiempo vas entendiendo tu sociedad, desde tú punto de vista. El propio comportamiento humano, los políticos, los lugares, etc. El humor a mí me permitió ser más feliz, en primer lugar. Es bonito porque la pregunta que está en la base del humor gráfico es una pregunta muy sencilla, cosas que he descubierto después. Es una pregunta básica que interpela al lector y lo cuestiona: ¿Es usted feliz? ¿Está contento cómo vive? Es lo que hacemos todos los humoristas gráficos honestos con su trabajo en todo el mundo: “¿estás contento con la vida que tienes? ¿Te gusta para dónde va la vida de tu comunidad?«.
– El arte nació para mí como una forma de supervivencia, sobre todo en dictadura. “El que canta su mal espanta”. En Barcelona recuerdo haberlo dicho, en una conferencia a la que me invitaron. Considerando que el autoritarismo es un tema mundial, los catalanes hicieron un seminario que se llamaba “El humor en tiempos difíciles”. Participaron de todo el mundo, llamaron personas que tuvieron que hacer humor en tiempos complicados, como guerras, dictaduras, etc.
– Mi charla con dibujos proyectados fue de la historia de mis dibujos en la revista APSI durante la dictadura chilena. Fue muy bonito e interesante, engalanado con la presencia del dibujante español Forges y Joan Manuel Serrat.
Texto y fotografía: Fabián Rodríguez