En 2015, un mecánico automotriz decide abrir una sanguchería en un local donde ya habían fracasado 3 negocios del mismo rubro, teniendo que vender su auto para poder levantar la idea y en un barrio que recién se comenzaba a definir como bohemio. Tres años más tarde, da trabajo a 5 personas, dos de ellos extranjeros, y ofrece una experiencia gastronómica que sus clientes saben reconocer tanto por su sabor y calidad, como por su identidad única.
Crear un emprendimiento ya es una tarea difícil. Emprender en el rubro de los alimentos suele ser una apuesta aún más arriesgada y Mauricio Sánchez, dueño de la sanguchería penquista Papasone, bien lo sabe.
Ubicado en la esquina de Avenida Brasil y Anibal Pinto, en pleno barrio bohemio, Papasone celebrará en marzo próximo 3 años de vida. Sin dudas, una meta digna de celebrar, considerando que en el mismo local donde se emplaza hoy esta sanguchería hubo antes 3 locales que, trabajando en el mismo rubro, no lograron mantenerse en pie y fracasaron. Papasone, sin embargo, se colgó la bandera penquista y se ha mantenido firme en su deseo de entregar alimentos de buen porte y calidad, además de contribuir visualmente al barrio que lo cobija.
Sánchez cuenta que “siempre con la mentalidad emprendedora habíamos participado en 3 proyectos antes, no del mismo rubro, pero sí en el comercio. La idea se fue dando porque quería darle un poco más de identidad a la ciudad, entregarle a Concepción una sanguchería exportable. La gente nos dice que Papasone ha aportado bastante en el tema, digamos, de generar arraigo. El estar inmersos acá con una actitud propia”.
Con estudios en mecánica automotriz y autotrónica, Mauricio comenzó a trabajar en una empresa donde le tocó viajar por varias regiones, promoviendo la enseñanza de un software relacionado al rubro automotriz. Estos viajes fueron vitales en la configuración de una idea que luego se convertiría en lo que hoy es su vida. El emprendedor relata que “me entregaban vales Sodexho, entonces comía siempre en las ‘picadas’ de las ciudades; Temuco, Valdivia, Santiago, Talca… En Santiago tuve la suerte de poder ir a varias, y la que me gustó harto fue la ‘Fuente La Reina’, en la comuna de la Reina. También me gustó mucho una picada valdiviana que se llama “La última frontera”, y otra en Talca que se llama ‘Los pacos jubilados’. Estos locales tienen la particularidad de representar fielmente la identidad del lugar donde se encuentran ubicados y fue algo que quise traer a Conce, ya que aquí no habían sangucherías de ese tipo. Es decir, claro, había lugares, pero es el típico servicio 2×1, donde el gancho es la venta barata. Estos locales, como el de La Reina y La última frontera tienen la gracia de utilizar el concepto de reciclable; la primera con materiales de mecánica, partes de vehículos, como llantas o bujías, y la otra con partes de casas antiguas. Es decir, no son solo locales de comida, sino que además cuando comes ahí te dejan algo sobre el lugar donde están emplazados, tienen identidad propia. Entonces, con ya casi 3 años de trabajo intentamos aportar eso a la ciudad, una identidad gráfica distinta y una cocina de calidad”.
El estilo gráfico de Papasone aporta una originalidad que configura la imagen que desean proyectar como empresa y como “picada”, integrando elementos visuales frescos y modernos, donde predomina el uso del lettering a mano alzada y el uso del idioma inglés en mensajes como “best lunch”, “good sanguches with the friends” y un gran “thank you” que despide a los satisfechos clientes.
El joven mecánico recalca el hecho de haber recorrido ampliamente la ciudad sin haber encontrado una sanguchería con verdadera identidad en Concepción, salvo “Los Samber” y el mítico “Manhattan”. “Me fui haciendo el paladar y me di cuenta que nadie vendía sánguches con más gramaje, hechos a pulso y con ingredientes abundantes, existía esto del 2×1 y con ingredientes bastante reducidos. Acá intentamos servir comida a la altura de las sangucherías que mencionaba, con mejor calidad, y combinado con una buena atención”, expone.
Pero tener ganas de emprender no lo es todo. También es necesario contar con capital suficiente para dar sustento a la idea y además recibir el apoyo de la familia, aspecto fundamental. Mauricio cuenta que “esto fue todo con capitales propios, jamás he participado en ningún proyecto, aunque la verdad me gustaría. Afortunadamente, no tuve recurrir a ningún crédito, pero sí para poder comenzar el negocio tuve que vender mi auto, y me gasté todo lo que obtuve de esa venta en el local. Y los primeros 6 meses del negocio es como que abres y te vas en caída libre, entonces tuvimos que trabajar harto al principio yo y mi señora, con un solo planchero. Trabajamos así casi un año. En este sentido fue crucial la difusión antes de abrir, un par de meses, con mis contactos, mis amigos, y por suerte se notó, porque comenzamos vendiendo bien”.
– ¿Por qué decidiste abrir un local en esta ubicación?
– Respecto a la ubicación del local, nosotros apuntamos a futuro, porque todo lo que es el barrio bohemio que antes era el Barrio Estación ahora se trasladó para acá, es decir, hay varios locales, bares y discotecas aquí. Nosotros queríamos hacer lo mejor posible con el tema del diseño y la atracción visual del local, para poder aportar al barrio, a construir cultura e identidad además de vender comida.
– ¿Es Papasone tu primer emprendimiento?
– No. Antes de comenzar con Papasone tuve un minimarket y un emprendimiento de entretención infantil, cumpleaños, taca-taca, otras cosas. Por suerte no tuve grandes problemas con los permisos ni con nada más formal, salvo el permiso de Salud que a uno le piden al restructurar el local (porque tuve que echarlo abajo y volverlo a armar), son los planos de un arquitecto, pero fuera de eso, todo bien.
– ¿Fue complicado abrirte camino en este rubro?
– En el rubro de la comida, de las sangucherías, ahora se ve harta competencia, es complicado. Sobre todo cuando tienes un emprendimiento, porque antes trabajaba sólo 8 horas, y ahora a veces trabajo el doble de lo que trabajaba antes. Pero cuando ofreces un buen servicio a los clientes, cuando te comunicas bien e intentas hacer lo mejor posible, se nota. Igualmente, si algún cliente presenta una queja por alguna demora o algo, nosotros intentamos resolver eso dándole la razón al cliente e intentando hacerle entender que nuestra intención no es equivocarnos ni demorarnos. Acá trabajamos con harto cariño, con harto amor en las preparaciones, no lo hacemos al lote.
– ¿Cuántas personas trabajan actualmente en Papasone?
– Actualmente trabajan 5 personas en el local, 2 plancheros, 2 motoristas y 1 atendedor, de los cuales 2 son extranjeros. Es bueno resaltar la experiencia porque los inmigrantes siempre llegan con hartas ganas de trabajar y superarse, son súper responsables y tienen harta motivación. El único problema es que es todo un atado contratar a extranjeros por los trámites que conlleva. Es decir, tienes que hacerle contrato indefinido, pasar por notario, por inmigración… Es un tema. Igual de todas formas hay que tener cuidado; el primer extranjero con quien trabajé llegó y le hice contrato, estuvo 15 días y luego comenzó a incumplir, porque cuando tienen contrato pueden quedarse en el país un año y quería eso nomás. Pero fue una excepción, los chicos con los que trabajo ahora son súper motivados y trabajan bien.
– ¿Cuál es tu proyección a futuro?
– Como proyecto a futuro, nosotros estamos enfocados en fortalecer el negocio, este local. Porque quisimos abrir otro y al final no funcionó, así que estamos motivados con seguir mejorando aquí. Yo creo que cuando llevemos recién 8 o 9 años trabajando recién vamos a poder decir que estamos consolidados, porque de aquí allá todo puede pasar. Lo que nos mueve más que crecer como negocio es llegar a posicionarnos como una sanguchería de Concepción, que trabaja desde 2015 ofreciendo los mejores sándwish y completos, creciendo en conjunto con el barrio.
– Última pregunta… ¿Qué significa Papasone? ¿Cómo diste con ese nombre?
– Respecto al nombre, para poder llegar a él utilizamos la técnica de los 15 nombres que luego fueron 10, luego 5 y al final llegamos al final a los últimos 3. Y es curioso, porque entre los últimos 3 nombres estaba “La Fuente Penquista”, que ahora es otro local, y estaba entre los que yo había elegido como ‘finalistas’ para lo que finalmente es Papasone, que es una mezcla entre un apodo que tenía yo, que aún mis amigos me llaman así, “Sone”, y llegamos a él buscando una palabra única, que tuviera cuatro sílabas, es toda cosa de psicomárketing, de crear algo pegajoso. Y ha funcionado, hay gente que cree que somos más antiguos de lo que somos, sólo por el nombre.
Texto: Fabián Rodríguez