Durante años, la ingeniero comercial Johana Fernández Ormeño se ha dedicado a conocer, estudiar y desarrollar la industria creativa penquista, desde su campo de acción. Para ello, y considerando que dicha industria se encuentra aún en sus albores en nuestro país, ha tenido que vincularse con personalidades y empresas foráneas. Dichas experiencias y su propia motivación la han llevado a generar proyectos de alto impacto que pronto darán que hablar en nuestro país. Solicitamos una entrevista con ella por esta razón.

Nos reunimos en dependencias de Working Place Concepción, espacio en que Johana -al momento de esta entrevista- se desempeña como gerente de operaciones. El día templado de primavera permite que nuestra entrevistada vista sin temor al frío un vestido de la diseñadora chilena Javiera Jordan.

Bienvenida a este espacio. Por favor, preséntate.

– Mi nombre es Johana Fernández Ormeño, de profesión ingeniero comercial. Tengo 35 años. Tengo estudios relacionados a la industria, la innovación, el emprendimiento y al desarrollo local, pero mi sueño en la vida se relaciona a la industria de la moda. Sueño con poder desarrollar industria comenzando por la Región del Biobío -que es mi hogar, ya que vivo en Concepción-, que no tenga límites; me refiero a sus propios sueños y fronteras, a sus conexiones, con quienes comercializa sus productos y servicios. Quiero desarrollar la industria creativa.

– ¿Cómo definirías la industria creativa, con tus palabras?

– Para mí la industria creativa es cualquier persona que desarrolle una actividad que incluya en dicha actividad la creatividad. Algo que se relacione al impulso creador de la persona, en distintos ámbitos. Me refiero a la música, la arquitectura, el diseño, la artesanía, etc. Quien se desarrolla en esos rubros siempre aporta algo que nace desde el corazón, se planifica en su mente y sus manos lo llevan a cabo. La industria creativa está conformada por todo aquel que comparte su arte, su creatividad, y logra comercializarlo. Este último punto es fundamental para crear industria. Si no al final terminamos hablando de un desarrollo cultural y artístico, pero no nos enfocamos a la industria propiamente tal. Si no se vende, no hay industria.

– En este sentido, ¿sientes que la industria creativa local está al debe? ¿Qué referente podemos usar para saber en qué nivel de desarrollo está esta industria en nuestro país?

– En todo tipo de industrias siempre hay un ideal: dónde queremos llegar. En Chile, estamos en un proceso súper incipiente de desarrollo en torno a la industria creativa. Incipiente porque si nos ponemos a mirar cifras en el Servicio de Impuestos Internos, que es la entidad que va registrando y midiendo las ventas de todas las industrias, no existen muchos datos. No porque en nuestro país no exista este tipo de actividades comerciales, sino porque hay mucho desconocimiento respecto a la formalización, porque son muy mal pagadas. Entonces las personas optan por entregar servicios sin formalidades, es decir, sin factura o sin boleta. Porque muchas veces en el ámbito de la música y del diseño se trabaja a través de canjes. Entonces pasa que entregas tu talento, tu arte, tus servicios a cambio de un espacio en ciertos bares o lugares donde puedas mostrar lo que haces. Esto ha logrado que la industria no se desarrolle y no haya datos que leer. Entonces, si te vas a lo formal, podríamos decir incluso que no hay industria. Pero sales a la ciudad y ves que sí hay actividades ligadas a la industria de la moda, que las empresas intentan visibilizar lo que hacen. En el día a día todos consumimos diseño, moda, artesanía y arte, pero todo informal. Entonces, cuando miras a la industria extranjera y te comparas con ellos, por ejemplo, en España, que es donde he podido conocer más, hablas con personas, vives la ciudad siguiendo la industria de la moda y del arte, y entiendes que todo es formal. Un diseñador o un artesano se formaliza y luego de eso presta sus servicios. Sin duda, siempre habrá algo de informalidad por aquí o por allá, pero mucho menos que en Latinoamérica.

– Imagino que mucho de esto tendrá que ver con una preocupación a nivel estatal…

Obviamente, mucho de esto tiene que ver con el fomento de la industria. Lo que ha hecho el gobierno es lanzar programas de fomento exclusivo de este rubro. Y no programas cortos, sino de largo plazo. Por ejemplo, en Madrid, el ayuntamiento levanta un programa que se llama «Madrid es moda», y este programa se desarrolla todos los marzos y septiembres de cada año. Allí se visibiliza su industria de la moda; los diseñadores tienen un gran espacio y varias semanas para mostrar lo que hacen a toda la ciudad. Hay mucha difusión para que la gente sepa dónde están ubicados los creadores y compren el diseño local, pero además el programa destina recursos a difundir internacionalmente a sus creadores. Entonces, si te dedicas y trabajas por largo tiempo en una industria siempre habrá resultados.

– ¿Cómo se viene haciendo actualmente aquí?

– Se hacen trabajos súper aislados donde tienes un programa en que se trabaja una industria determinada por un año, en que no alcanzas a hacer nada más que levantar brechas, y luego al año siguiente dar visibilidad y al tercer año se deja de lado porque ya se trabajó por dos años. De esa forma no hay resultados. Soy súper crítica en eso porque tengo experiencia en la industria creativa local, casi diez años, buscando que se visibilice. Entonces he podido ver cómo ha funcionado en Chile a diferencia de otros lugares donde el apoyo es constante y seguro. Y eso es súper importante para el creador local. Porque si ves que te está costando visibilizar tu proyecto, pero sabes que hay un programa donde siendo el mejor puedes optar a que ellos hagan ese trabajo por ti, también implica una mejora de ti como persona en torno a esta industria. Además no sólo tendrás tribuna en tu país, sino también afuera. Es larga la cadena, pero cuando se unen las fuerzas puedes ver la diferencia: industria, gobierno, municipalidades y la comunidad. Y, por supuesto, la comunidad. Porque la sociedad civil es quien consume el diseño local y aporta al desarrollo de las industrias.

– Y puede suceder también a la inversa, si la comunidad consume sólo productos importados…

– Si sólo consumimos industria de otros países y no consumimos lo propio -algo que sucede mucho en Chile- estamos desarrollando otras industrias, no la local. Entonces si queremos desarrollar la industria local necesitamos que los creadores están formalizados, que tengan un buen producto y que la comunidad donde están insertos los conozca. Ahí es donde conviene tener programas de fomento que me permitan lanzar mi proyecto «al estrellato», por decirlo de alguna forma.

– Esto me hace recordar que luego de la revolución industrial, en Chile hubo un gran desarrollo de industrias manufactureras. De cierta forma, gracias al consumo de productos importados, esta industria se ha perdido. ¿Crees que esto influyó en el desarrollo de la industria de la moda? ¿Revivir la manufactura sería un buen incentivo para esta industria?

– Sí, totalmente. Creo que ha habido una «involución» respecto a ese tema. Por ejemplo, fábricas de textil -muy famosas por sus paños- se tuvieron que reinventar y al día de hoy si se mantienen vigentes es porque venden el 100% de su producción a otros países, como EE.UU., por ejemplo. Y a nosotros nos dejan sólo los retazos. Eso tiene que ver con que la industria local no confecciona sus productos con este tipo de insumos, entonces miran al mercado asiático donde pueden comprar más barato. Esto ha hecho que optemos por lo más económico, pero no por la calidad. Y, claro, comprar más barato me hace ser más competitivo, pero no le ha hecho bien a la industria local.

– Claro, y esto genera la aparición de malos manufactureros, como es lo que sucede en países como la India o China, donde marcas grandes mandan a fabricar millones de productos a muy bajo costo, de pésima calidad, y que finalmente terminan desechándose al poco tiempo de usarlos. Sin mencionar las condiciones indignas en que operan los trabajadores de estas fábricas.

– Yo creo que, para llevarlo a la comparación; hubo un tiempo -por ahí por los 70’s u 80’s- en que la tecnología no era algo tan común entre las personas. Yo, por ejemplo, pude optar a una laptop cuando estaba ya en la universidad. Mi familia siempre ha sido muy humilde, entonces no podíamos acceder a esas cosas. Me tocaba ir a estudiar a bibliotecas u otros lugares. Entonces, me costó enganchar con la tecnología. Hubo un minuto en que podías elegir si dejabas pasar la tecnología o te adherías a ella y te empezabas a capacitar. Hoy en día está pasando que las personas nos estamos dando cuenta que lo que sucede en el mundo, como lo que sucede con Inditex (dueños de Zara) y sus otras marcas de fast fashion, no nos está haciendo tanto sentido. Entonces estamos en medio de esa revolución donde cambian las cosas; hay personas que van a seguir pegadas a la industria antigua, que es una industria que no es sustentable. Y habrá quienes decidan usar el mismo vestido por cuatro años y pagarán lo que corresponde a esa pieza para que quienes la hicieron puedan tener cómo vivir. Mientras en las fábricas grandes del fast fashion tienes gente que apenas tiene espacio para trabajar y no puede levantarse ni para ir al baño. Esto, que es indigno, debería desaparecer. Ahí es donde creo que estamos, en medio de ese cambio. Entonces, así como con la tecnología, donde había quienes no se querían subir al carro porque les costó más, porque era más caro, eventualmente se volvió accesible. El fast fashion va a morir. Y la revolución, lo nuevo, es el slow fashion: consumir conscientemente. Y, sí, es más caro. Pero no es más caro por la tecnología que se invierte en fabricar un producto, sino porque estoy pagando conscientemente lo que cuesta una prenda. En el fast fashion creas sobreconsumo y lo no consumido se bota…

– Como sucede en Chile, en el desierto de Atacama…

– Exacto. Y en esta otra cara de la moneda hay quienes se han ido dando cuenta ya desde la alimentación, desde sus hábitos básicos, hasta la ropa que usan, que hay que actuar de forma más consciente. Y ese público no está siendo bien atendido hoy en día. Hay un espacio importante para atenderlo bien y eso va a suceder cuando se visibilice. No sabemos, por ejemplo, quiénes están fabricando prendas con fibras orgánicas de bajo impacto. Es el caso de Guido Vera, que está en los Top Ten de Forbes y está siendo reconocido internacionalmente porque sus productos y diseños son eco friendly, de materiales orgánicos, y acá no consumimos de él. Otro ejemplo es Loraine Holmes, que finalmente produce sólo lo que vende. También es chilena y está yendo a los fashion week de afuera, donde tiene mucho más reconocimiento que en nuestro país. Esto tiene que ver con la falta de vitrinas. Y si no prestas atención a crear vitrinas al talento local, el talento local se termina por ir, se pierde. Lo local es precioso, hay buen diseño. Entonces parte de mi sueño es ese.

– Y relacionado a tu sueño, tengo entendido que hoy estás realizando un proyecto ligado a este tema. Cuéntame sobre este proyecto.

– Es un programa de puesta en valor y visibilización de la industria creativa. Está bajo el alero de la marca Runaway Fashion Design, una marca que creé. Se trata de un programa de actividades súper sencillo donde se levanta una convocatoria. En la convocatoria de este año se busca poner en valor y visibilizar a diseñadores y artesanos; si eres diseñador no importa si tienes o no algún título formal, lo importante es que tú trabajo vaya de la mano con el de algún artesano. Son dos industrias que hoy en día cobran muy poco por su diseño -un artesano te puede cobrar $1.000 por un aro, por ejemplo, cuando afuera lo hecho a mano es más caro-. Entonces la idea es que ellos se conecten y hagan una dupla virtuosa para crear una colección. Vamos a seleccionar a seis duplas para trabajar con ellos en torno a formación y difusión de sus trabajos, durante tres meses. Tendremos expertos nacionales e internacionales guiándolos en el proceso de la creación de la colección, pero también a la industria de la moda. Porque en nuestro país no hay mucho conocimiento o mucha formación en torno a una industria que es muy particular, que no opera ni trabaja como las demás. Entonces vamos a estar también instruyéndolos y formándolos. Por otra parte, trabajando el negocio en torno a su propuesta de valor para vender este producto, porque la idea es que se queden con una propuesta que se pueda internacionalizar en un algún minuto.

– Una propuesta de valor que sea muy vendible.

– Y estos tres meses habrá mucha visibilidad porque pretendemos conectarnos con prensa, con entidades locales e internacionales también. Por otra parte, también grabar el proceso de creación de las colecciones. Va a ser súper entretenido porque vamos a ver el proceso desde que era un dibujo a mano alzada hasta que lo digitalizas quizás en un computador y haces un diseño mucho más elaborado, a lo que le sumas el trabajo del artesano que va aportando pieza a pieza dentro de la misma colección, dependiendo de su materia prima. Vamos a ver la evolución del trabajo. Ese material también les va a quedar a ellos. Eso les va a permitir generar contenido para sus redes sociales por un gran tiempo. Porque en general ellos no tienen recursos para subir contenido a redes sociales. O sea, ¿Cómo pretendemos generar industria y visibilizar nuestra industria si no invertimos en algo tan importante como son las redes sociales, en grabar bien, en tener una buena edición, una buena fotografía, buen maquillaje, en fin, todo lo que se requiere para hacer una buena campaña. El mundo está funcionando de esta forma. Tú puedes decir que tienes un producto genial, pero si no lo sabes mostrar no lo vas a vender. Y cuando pensemos en programas gubernamentales, éstos deben dedicar al menos un 50% del presupuesto en visibilizar lo que el emprendedor o emprendedora está haciendo. Es la única forma en que esa persona va a poder vender.

– En esta etapa previa, inicial, me imagino. Porque ese 50% en visibilidad al comienzo bien puede convertirse en un 25%, cuando el proyecto ya esté más maduro y se requiera presupuesto para otros aspectos del negocio...

– Exactamente. Mientras más gente te ubique y comparta tu información, ese presupuesto debería ir disminuyendo, «por click», por decirlo así. Pero el primer tiempo necesitas ese impulso. Y para finalizar las actividades, cerramos con una pasarela de categoría internacional en las ruinas del teatro Enrique Molina, con invitados internacionales que en esta convocatoria serán Ágatha Ruiz de la Prada y Maison Mesa, que serán el jurado y seleccionarán a las tres mejores duplas para trabajar todo un día con ellos en torno a sus negocios. Entonces, vamos a tener la visita de dos grandes de la moda internacional. Los vamos a poder vincular con nuestros diseñadores y nuestros artesanos. Para entrar a una pasarela internacional tienes que pagar cerca de 10 millones de pesos chilenos, en cambio aquí se lo traemos todo a la ciudad y gratis.

– Esperemos se valore la calidad de evento que tendrá lugar en Concepción. ¿Cómo pueden llegar los lectores a postular a este programa (vigente durante 2022)?

– Nos pueden encontrar en nuestro Instagram como Runway Fashion Design, allí podrán encontrar toda la información y también en www.runwayfashiondesign.com, ahí vamos a estar publicando. Esto se lanza definitivamente en noviembre; se lanza la convocatoria y las bases donde se establece que diseñadores -titulados o no- y artesanos pueden postular.

– Para finalizar, me gustaría conocer tus proyecciones profesionales y personales más allá de este proyecto. ¿Dónde te ves en 20 años? ¿Dónde te gustaría estar?

– A mí me gustaría poder vivir el mundo. Poder vivir en cualquier lugar, en cualquier espacio y conocer distintas culturas. En torno a cómo trabajan, enfocada en la industria creativa que es lo que me mueve el corazón. Pero me encantaría verme en 20 años más, mirar hacia atrás y decir «logre llevar esta experiencia a un lugar», por ejemplo, este programa que comienza en noviembre yo lo veo en grande, se puede trasladar a cualquier país y aplicar en cualquier área de la industria creativa. Me imagino levantando una convocatoria para la música, donde empecemos desde la nada con sus canciones y los llevemos a los escenarios. No un escenario local, sino internacional. ¿Cómo los vinculamos?, me pregunto. Me imagino generando redes, creando oportunidades, impactando en la economía de jóvenes que tienen un sueño en torno a la industria creativa y hoy les estamos diciendo que eso sí les va a dar para vivir. Me imagino entregando una esperanza para esa persona que nace con su sueño de «oye, yo quiero ser cantante», «yo quiero ser diseñador, pero en mí país la gente no paga por eso». Me imagino ahí, entregando esas oportunidades. Esa luz de esperanza que les llegue: «hay un programa diseñado para mí, para demostrar mi talento». Que no importa en qué cuna hayas nacido, si eres de origen humilde o tuviste muchas oportunidades, si tienes un buen producto, deberías tener la mismas chances de alcanzar tus sueños. Me imagino facilitando ese espacio, no me imagino como protagonista de la historia. Me imagino entregando esas oportunidades que yo esperé de pequeña. Lo que esperaba de mi entorno, de la sociedad, del gobierno, de mis padres, amigos, y que a veces se torna difícil porque no está. Me imagino entregando esa oportunidad a otros.

Texto y fotografía: Fabián Rodríguez R.

frodriguez@thepenquist.com

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