Cuando tenemos que afrontar una actividad demandante o amenazante, el cuerpo secreta cortisol para obtener esa energía extra que le permite enfrentarla, esto se puede comparar con el efecto de una bebida energética.

Esta hormona, también está presente diariamente en el patrón cíclico de cada persona, aumentando sus concentraciones por la mañana, para activarla al inicio del día, y disminuyendo por la noche, para lograr el descanso. Ocasionalmente, puede tener elevaciones para enfrentar circunstancias específicas y luego volver a su patrón original. Pero, ¿qué ocurre cuando el cuerpo no es capaz de volver a su estado base?

Como el organismo tiene energía limitada, movilizarla para afrontar amenazas implica quitársela a otras funciones que el cuerpo evalúa como no fundamentales para la sobrevivencia a corto plazo. Algunas de las principales afectadas son la respuesta inmune, el sistema digestivo, el crecimiento y la respuesta sexual. Ninguna de ellas imprescindible si se aborda una amenaza mortal, sin embargo, mantener esta dinámica a largo plazo implica la aparición de diversas problemáticas de salud, entre ellas, alteraciones digestivas, como hinchazón, baja de defensas y enfermedades autoinmunes, muchas veces sin causas aparentes, haciendo a estas personas consultantes recurrentes de los sistemas de salud.

A nivel afectivo y conductual, la experiencia del estrés crónico implica sentirse continuamente amenazado y, por lo tanto, con la necesidad de defenderse constantemente. Esto, además de ser agotador, lleva al desarrollo de diversas estrategias para afrontar este malestar, las cuales pueden ser agresivas, inhibidoras o inadecuadas, las cuales dificultarán la adaptación al contexto. Otros se distraerán con sustancias, trabajo o teléfono, pudiendo desarrollar alguna psicopatología que requerirá intervención especializada. Por eso es interesante mirar las cifras actuales de ansiedad y depresión en Chile.

En este escenario, el estrés crónico se vuelve un problema de salud pública que para abordarlo no bastan medidas individuales, como preocuparse de su propia salud o tener tiempos de descanso, sino que son necesarias medidas colectivas que fortalezcan el sentido comunitario y participación social, y fomenten el deporte y la actividad física. También, es imperioso crear y aplicar mejores programas de educación afectiva y sexual, fortalecer el sistema de salud y cambiar el estilo de vida ajetreado y basado en el rendimiento constante.

Juan Pablo Ogueda

Académico Carrera de Psicología

Universidad de Las Américas Sede Concepción

vortizv@udla.cl

Ph: Tim Gouw

Comparte