A fines de 2017, tomamos la decisión de comenzar un proyecto propio, un periódico digital, con el objetivo de entregar a la Región del Biobío una opción informativa distinta a la oferta del momento. Para ese entonces no se habían popularizado aún los medios digitales, ni el streaming. Tuvimos la suerte de ser el primer medio 100% digital de la Región del Biobío, según el catastro de medios regionales del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Pero la alegría por nuestros incipientes logros no duraría mucho.

Comenzamos nuestras publicaciones con intervalos de 2 semanas entre una edición y otra. Al poco andar entendimos que nuestro equipo, entonces compuesto por 3 editores, algunos columnistas y colaboradores, no sería suficiente para dar cobertura a la alta demanda de información que teníamos y mucho menos para cubrir nuestras propias expectativas en términos de calidad. Fue así como, hacia septiembre de 2018, nuestros ánimos comenzaban a mermar y la motivación ya no marcaba el mismo pulso que en enero del mismo año.

Problemas personales y otras menudencias nos llevaron a cambiar a uno de los editores principales y un stress constante del resto del equipo comenzó a socavar los cimientos de nuestro modelo de gestión interna. El hecho que este trabajo fuera 100% por amor al arte, sin remuneraciones pero con algunos canjes, tampoco ayudaba. La liquidez en el área de la billetera suele ser una motivación que permea el stress que genera el roce natural de las comunicaciones masivas. Pese a que notábamos la falta de recursos, decidimos conscientemente no aceptar ningún tipo de publicidad en nuestra página web, con el fin de ofrecer al lector un espacio limpio y sin distracciones para aprehender el contenido publicado. El contenido era -pues- la piedra angular de nuestro proyecto.

No obstante, como se imaginará el lector de esta editorial, al disminuir la motivación y aumentar el stress, debe haber consecuencias tangibles. Y la nuestra fue un lento declive en la calidad de nuestro contenido.

Asumidas las culpas, llegamos a diciembre de 2018, un año marcado por la celebración de los 100 años de la firma del Acta de la Independencia de Chile, que se celebró con bombos y platillos en una fiesta popular que desbordó el centro penquista con bandas musicales, shows y fuegos artificiales.

Así, hicimos los mea culpa y comenzamos 2019 con una motivación renovada que finalmente no quedaría en más que eso: ganas de seguir. Es por ello que se tomó la decisión de pausar las publicaciones por completo. Comenzamos entonces un proceso interno de evaluación. The Penquist siempre había sido pensado como un proyecto piloto que, de funcionar, continuaría en el tiempo. El hecho que decidiéramos concluir el proyecto también representaba éxito, puesto que habíamos alcanzado el objetivo de publicar durante un año sin detenernos. Luego de las sumas y restas propias de la síntesis, decidimos cada uno seguir su camino y pasar la página… Hasta abril de 2021.

En este punto es necesario mencionar un hecho que nos llena de tristeza; en el proceso de respaldo de los artículos publicados en la web perdimos muchos de los textos e imágenes que habíamos publicado durante 2018. Trabajo imposible de recuperar. Sólo algunos de los artículos quedaron ocultos en carpetas misceláneas en la laptop que se utilizaba para cargar cada edición y han sido publicados en esta nueva versión de The Penquist para sentar las bases del trabajo futuro de nuestro equipo.

Para continuar con nuestra historia, a principios de 2019 nadie se esperaba que Chile entrara en una etapa de cambios tan profundos, Estallido Social mediante, con todo lo que conlleva un proceso de transformación política, social y constitucional como el que hoy continuamos viviendo. Menos esperado aún el virus que vendría a cambiar nuestro estilo de vida en el año subsiguiente, desempolvando viejos paradigmas sanitarios y cuarentenas, y masificando nuevos.

En apenas dos años el mundo que conoció The Penquist en 2018 había cambiado casi por completo; la que en su momento fue una incipiente transformación digital llegó para quedarse; el streaming, tan nuevo en aquel entonces, se convirtió en una de las herramientas comunicativas más utilizadas a nivel mundial; el propio sistema educativo descubrió que sí era posible reunirse a distancia, cuando las circunstancias lo ameritan, como ya había descubierto con alegría en Chile el Poder Judicial bastante tiempo antes; las compras online, que en su momento generaron tanta desconfianza, serían durante las cuarentenas la única forma de adquirir determinados productos «no esenciales» para el ciudadano de a pie; los trámites digitales, víctimas de un duro juicio de desconfianza antes de la pandemia, de pronto se convirtieron en la acción primordial para poder hacer cosas tan básicas como ir al supermercado, a la farmacia o a la feria; y así, la lista podría seguir engrosándose hasta nuestros días.

Es por ello que luego de largas reflexiones, hemos decidido traer a The Penquist de vuelta de su largo sueño, para continuar nuestra misión de ser en todo momento un espacio de reflexión abierto a la crítica, a la elocuencia y sobre todo al sentido común, para tratar temas que atañen a nuestra ciudad, nuestra región, nuestro país y nuestro planeta, más allá de las líneas imaginarias que los cartógrafos se empeñan en llamar fronteras.

Esperamos continuar siendo un aporte al emprendimiento, a la academia, al arte y principalmente al sentir colectivo, sin perder de vista aquellas subjetividades que nos invitan al ejercicio cognitivo, al diálogo, y muchas veces nos empujan al cambio.

Equipo Editorial The Penquist

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