Durante la década de 1820 el mundo se abrió a una nueva era, pues comenzó precisamente en ese periodo de tiempo la llamada ‘primera revolución industrial’, que venía a cambiar para siempre no sólo la forma de producir y procesar productos y subproductos de todo tipo, sino además a reconfigurar los métodos de trabajo y la forma en la que el hombre se relacionaba con las máquinas en las faenas de trabajo y manufactura.

Cien años más tarde, en la década de 1920, el mundo ya golpeado por la Primera Guerra Mundial, cae en una profunda contracción económica, en este periodo sucede lo que se conoce como la «Gran Depresión», luego del desplome de la bolsa de Nueva York en 1929. Esto afectó directamente a Chile, como bien describen Waldo Vila Muga y Malte Benjamin Seiwerth en un artículo dedicado al tema: «En Chile, la investigación al respecto es amplia, especialmente porque el país resultó ser el más afectado del mundo, de acuerdo con el informe elaborado por la Liga de las Naciones, que fijó en un 80% la caída de las exportaciones -principalmente cobre y salitre-, las que “se redujeron a la mitad de su volumen y a la cuarta parte de su valor».

Como consecuencia, se redujo enormemente la cantidad de ingresos a las arcas fiscales, desacelerando las actividades económicas y disparando la cesantía. En el artículo se amplía exponiendo que: «hacia 1929, cerca de 60.000 trabajadores se desempeñaban en las salitreras del norte, cifra que en 1932 se redujo a 8.000, produciendo una dramática migración de miles de personas en busca de trabajo. En términos generales, el desempleo llegó a afectar entre 1931 y 1932 -los años más álgidos de la crisis- a más de 120.000 trabajadores según las cifras oficiales, aunque de acuerdo con otros autores, la magnitud del paro fue mucho mayor, alcanzando a cerca de 300.000 individuos, lo que, sumado a sus familias, significó “la miseria para más de un millón de personas, casi la cuarta parte de la población del país”.

Mientras, en nuestros días, el comienzo de la década de 2020 significó también el comienzo de la pandemia más reciente de la humanidad, con las consecuencias emocionales, físicas y económicas que conlleva un proceso de crisis como el que hoy vivimos. No obstante, es necesario poner las cosas en perspectiva para entender que así como llegan, los periodos de contracción también son desplazados por la reactivación, por la implementación de nuevas tecnologías y de nuevas formas de vivir.

No hay que olvidar que aunque las cosas se vean mal, han estado peor, y la humanidad siempre ha sabido salir adelante, sobre todo nuestro país, cuna de la resiliencia.

Equipo editorial The Penquist

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