Guillermo Oyarzún, de profesión ingeniero constructor, junto a Mackarena Yáñez, diseñadora industrial, un día decidieron que la actividad que hasta el momento había sido un hobby pasara a ser algo más profesional: producir cerveza artesanal. Se prepararon, probaron el producto con sus cercanos y se lanzaron a fabricar toda una variedad de la que formalmente es la primera cerveza artesanal de Mulchén. Los entrevistamos en la terraza del centro de eventos Mitrinco, en plena feria de exposición.

– ¿De dónde viene la idea de hacer Cerveza?

Fue circunstancial, la verdad, porque esto nació con cervezas que eran para nosotros. Aprendimos de a poquito. Fuimos probando diferentes recetas hasta que dimos con las que nos gustaban, a nosotros. Al tercer o cuarto intento de cada una logramos una receta más depurada. Siempre pensando que eran para nosotros. Pero esto llevó a que nuestros amigos las conocieran y nos dijeran “oye véndenos una”. Entonces comenzamos a producir con la intención de vender un poco también, pero lo hacíamos en una olla chica. En ese proceso la cerveza llegó a manos del dueño de un pub en Mulchén, a quien le gustó y se entusiasmó con distribuirlas. Pero en el momento sólo contábamos con equipo artesanal, no estábamos haciendo venta al público ni nada. Entonces eso fue lo que nos obligó a decidir vender de manera formal y decir “oye, hagámoslo, lancémonos”. Eso me llevó a tomar la decisión de abandonar mi oficio y formalizarnos.

– ¿Qué volumen de cerveza producían cuando aún estaban en la etapa artesanal?

Entre 80 y 100 litros al mes, poniéndole harto empeño. Porque teníamos equipos de 20 litros.

¿Cuál fue el punto que marca el paso desde le etapa amateur a la etapa de producción formal?

Fue el acercamiento de este local que quiso distribuir nuestra cerveza. Tuvimos que decirle que nos esperara un poco si, porque no podíamos de un día a otro comenzar a vender. De hecho, le llevamos las botellas, pero sin etiqueta. Entonces, nos preguntaron por la marca. Y nosotros teníamos claro el concepto “birra”, pero nos faltaba algo. Y como somos de Mulchén, Guillermo de Linares, del campo en general, en un paseo al mirador de Callaqui, hacia el Cerro la Pepa y el Río Biobío, tomamos una foto y entendimos que esa era la marca, la foto del logo, todo. Ahí nació Birra del Monte.

 – Y en términos logísticos, ¿qué salto tuvieron que hacer en términos de producción? ¿Qué inversión tuvieron que hacer?

Bueno, construimos la fábrica desde cero. Pasamos de “sudar sangre” para lograr producir 100 litros en un mes a producir entre 800 y 1200 litros mensuales.

Eso es un incremento de 1000% en la producción… ¿Qué gastos significó esto?

Entre 15 y 17 millones, considerando el equipamiento.

Te pregunto específicamente por las cifras porque es interesante para el lector conocer cifras duras de lo que cuesta realmente levantar ciertos tipos de proyectos.

Bordea los 20 millones de pesos el armar una fábrica medianamente decente en términos de equipamiento y tecnología. Igual hay que considerar que tuvimos una ventaja: la familia de Mackarena se dedica al área metalmecánica entonces nosotros fabricamos prácticamente todo. Dejando fuera los fermentadores plásticos de 250 litros, lo que son los llenadores, los agitadores de barriles, la cámara de frío, todo lo que es equipamiento técnico lo construimos. Un amigo orfebre nos ayudó con el trabajo que dice relación a los metales inoxidables, la soldadura, el pulido, entonces eso nos ayudó un montón a abaratar costos. Por ejemplo, el llenador que fabricamos, en el mercado no existe y algo relativamente similar cuesta unos 6 millones de pesos.

Ahí tienes otro producto para patentar y vender…

Sí, la verdad es nuestra guagüita. Le tenemos harto cariño.

Entonces ustedes tienen harta capacidad técnica y eso sin lugar a dudas es un plus. Pero de todas formas el dinero tuvo que venir de alguna parte… ¿postularon a fondos o fue un esfuerzo propio?

Fueron nuestros ahorros. Como te decía, hasta hace un año y medio atrás yo trabajaba en Concepción. Ahí formalicé mi renuncia y decidí dedicarme a la birra. Entonces, tenía una mezcla finiquito, ahorros, prestamos solidarios… en definitiva, todo sumó y todo sirvió. Ahora recién postulamos a Sercotec, a un fondo Crece, pero no nos adjudicamos el proyecto por poco volumen de venta. Como proyecto estaba excelente, pero no ganamos.

¿Se hicieron asesorar por alguien?

Sí, por la oficina de Sercotec en Los Ángeles. Ahí nos apoyaron, fueron a visitar la fábrica y todo. Pero fallamos en las ventas. Como llevamos recién un año funcionando, el tema de la facturación está aún consolidándose. Y es importante mencionar que las ventas se evalúan por la cantidad de facturas, no de boletas.

Existe una corriente de fabricantes de cerveza artesanal desde diversas comunas del país, ¿qué los distingue a ustedes de su competencia? Tal vez alguna receta secreta que no van a compartir con nadie…

Todas nuestras recetas son secretas, de hecho, son variedades estándar que nosotros alteramos hasta encontrar el sabor que a nosotros nos gusta. Creo que lo que nos distingue es el sabor, la espuma, la calidad de nuestro producto y además el tipo de envase que ocupamos, que es más retro. También la identidad de nuestro origen, tratamos de identificarnos harto con la localidad donde se produce, de la ciudad de donde somos, tratamos de incluir todo eso en la forma de trabajar.

¿Cómo se vinculan al territorio donde se produce la cerveza?

Las maltas en desuso, por ejemplo, las aportamos a un huerto local para compostaje; promovemos la reutilización de las botellas en nuestras redes sociales; damos ideas para lámparas, posavelas, vasos, etc. Tratamos de orientar y fomentar el consumo consciente y responsable del producto que elaboramos. Es cierto que la decisión sobre el reciclaje siempre queda en manos del consumidor final, pero nosotros reciclamos en la medida que podemos. Entonces nuestro sello va por una parte dentro del producto, en su sabor y forma, pero además en la intención de generar el menor impacto posible. Otra cosa que podemos destacar especialmente es la espuma; la mayoría de las cervezas artesanales no tiene espuma, pero te vas a llevar una sorpresa al degustar nuestra cerveza porque te transporta a los sabores de nuestra zona. Tratamos de llegar a la mejor descripción en las etiquetas de los productos, para que sea coherente la descripción con el sabor. Así, aunque no hayas probado la cerveza, antes de hacerlo ya tienes una idea.

Texto y fotografía: Fabián Rodríguez

frodriguez@thepenquist.com

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