El 1 de Enero de 2018, en Concepción, marcó el reconocimiento público de una gran efeméride nacional, los 200 años de la 1° declaración formal de independencia de Chile. Y además, expuso una “nueva” arista identitaria penquista: La “Ciudad de la Independencia”.

La discusión académico-histórica de que somos -o no- la ciudad que acogió ese momento icónico no cesará; no sólo por la disputa clásica entre O’higginistas y Carreristas o historiadores reconocidos y otros no tanto, sino porque es algo en permanente interpelación. Hoy, lo que en el fondo queremos preguntarnos es qué tan hondo calará este hecho en la memoria local. ¿Logrará trascender al grado que todos los 1° de Enero haya un fiesta local ciudadana, de la magnitud, calidad y alcance que tuvo la que vivimos hace un par de semanas?

Mientras algunos indican que esto no hace más que aportar al “encapsulamiento regional”; otros defienden que instancias como estas construyen discurso, vida ciudadana e identidad. Entonces, cabe volver a la pregunta, que hace años ronda la ciudad y su intercomuna: ¿Cuál es la identidad penquista?

Las opiniones, ideas y conceptos son bastante amplios. Van desde la creencia de ser la cuna del rock/arte/cultura (incluso deporte), hasta la certeza de ser la capital de la resiliencia nacional, el hito español de la Guerra de Arauco, el polo de industrialización del centro sur de Chile, la ciudad universitaria por excelencia, etc. Pero de entre todas, la “Ciudad de la Independencia” fue -hasta hace muy poco- la más ignorada.

Es un hecho que la ciudad de Concepción no goza de un discurso y una historia que le hagan justicia; sobre todo, en términos del importantísimo aporte que hizo en la lucha por convertirnos en un país independiente y republicano. Reconocimiento que tampoco se lleva nuestra región.

Las contradicciones se viven en muchas esferas y pueden llegar a ser tan cotidianas que las obviamos; aunque no por eso no resultan discutibles. Miremos, por ejemplo, nuestras calles emblemas y sus nombres: Diego Barros Arana, Lord Cochrane e incluso José de San Martín fueron personajes importantes; pero de la historia nacional, que poco se vincularon con la zona (algunos simplemente estuvieron de paso una sola vez por Talcahuano). Sin embargo, en la vereda de al lado y de forma menos significativa, aparecen Juan Martinez de Rozas, Manuel Bulnes, José María de la Cruz Prieto y su padre Luis de la Cruz. Personajes notables que desconocemos, apartamos e incluso ignoramos. Aquí es cuando volvemos con Bernardo O’Higgins, a quien sí se le reconoce su vinculación con la zona; pero al que -irónicamente- no se le respeta su voluntad última de ser enterrado en Concepción. Sus restos hoy descansan en un cripta en la Plaza de la Ciudadanía en Santiago.

Si a todo lo anterior, le sumamos que como penquistas minamos y no reconocemos nuestra arquitectura (única en el centro y sur de Chile a principios de siglo pasado); nos vamos quedando con nada. Nada que nos identifique. Nada que nos permita mirar al pasado. Finalmente, el problema no sólo es la mirada e imposición centralista, lo es -también- nuestro silencio y complacencia.

Si volvemos hacia atrás, quizás la búsqueda de identidad no es tan difícil después de todo. Quizás la respuesta siempre estuvo aquí, en esa piedra que está en la Plaza de la Independencia y que nos recuerda un hito, que -tras muchas décadas- celebramos por fin el 1 de Enero de 2018.

Texto: Miguel Osorio
www.concepcionadicto.cl

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